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«A la gente no le gusta lo que no entiende»- le susurró al oido.

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Estaban tendidos en el sofá arropados debajo de aquella bonita manta. La televisión estaba encendida, tenian una película puesta y la luz afuera caía.

-Y si no entienden, ¿qué pasa?- dijo acurrucándose contra ella.

-Pues que se resisten. Se oponen, incluso pueden volverse muy crueles con aquello que no entienden.

-¡Vaya! Pues me da pena…- dijo arrugando la frente y juntando las cejas. Yo no sé si no entiendo algo.

– Seguramente. Siempre hay cosas que no se entienden. Por ejemplo, las que son diferentes o nuevas. Las que recuerdan alguna parte de ti mismo que quieres ocultar. Es por eso que las personas siempre buscamos la paz, aunque muchos ni siquiera lo sepan.

– Ya – dijo bajito agachando la cabeza mientras acariciaba la manta.

– La gente, en general, no entiende la sensibilidad por eso no la aprecia. Tampoco el amor por eso tienen tanto miedo. La gente no entiende cómo se puede disfrutar de la nada. Ni siquiera entienden el silencio porque les hace escucharse y eso les desagrada.

– Y si no entiendes, rechazas.

-Exacto. Cuando no entiendes, sientes miedo. Te apartas, te resistes. Algo dentro de ti se enfada- hablaba totalmente en serio pero despreocupada, y eso hacía que él quisiera escucharla.

-Sería bonito que todos pudiéramos entender siempre. Quiero decir, si nos escucháramos y dejáramos de juzgar podríamos hacerlo, ¿verdad?

-Si, creo que sí- parpadeó. Observar es comprender y comprender es amar. Pero en la vida hay mucho más para aceptar que para entender. Mucho más para sentir que para cambiar. Es el ego quien necesita oponerse, resistirse, excluir porque no puede permitir que todo sea como es.

En realidad- siguió diciendo mientras se tocaba la nuca- lo que ocurre es que la gente no se entiende a sí misma y por eso, creen no entender a los demás. Le echan la culpa a la mente, a las circunstancias, cualquier cosa con tal de no ejercer su responsabilidad. Pero pasarte la vida resistiéndote a tus deseos, a tu verdad no es vivir, sino aumentar tu ansiedad.

Ambos se quedaron en silencio. Ella le miró y vió que estaba a punto de caer dormido. Le abrazó contra su pecho y deseó que él nunca se resistiera a su verdad. Se le empañaron los ojos; luego se recompuso. Cierta dosis de calma le fue concedida.

Era consciente pero no pensaba.

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