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Yentonces, demasiado pronto, se acababa el tiempo. 

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No lograba retenerlo.

Había tenido claro cómo quería vivir desde siempre, pero en ese preciso momento- que bien parecía una eternidad pero que al mismo tiempo se escapaba entre mis dedos- no sabía qué quería. No exactamente.

Esta vez, mi propósito no estaba creando la forma, como había ocurrido hasta ahora. O quizás, como siempre había dejado que ocurriera. No quería ser rica, famosa o tener prestigio. Los deseos del ego estaban superados. Había aprendido a no buscar. A parar y escuchar cuando no sabes lo que quieres, porque si no, corres el riesgo de ir saltando de lugar en lugar sin destino final. Sin embargo, cuanto más me esforzaba por mantener la calma más confusión emergía. Había hecho la parte más difícil para llegar donde quería, la más arriesgada según algunas opiniones, y ahora no sabía cómo continuar. ¿Acaso es posible un parón enmedio de la certeza?

Y el tiempo seguía pasando. Lentamente rápido. A la misma velocidad que mi serenidad desaparecía y me ocupaba la ansiedad. «Pensaba que el tiempo corría más veloz cuando uno estaba pasándolo bien- me decía- pero no. Ya veo que no». Sólo cuando vives de forma inconsciente, el tiempo vuela. Sólo cuando vives cada momento conscientemente, concentrando el máximo de vida, el tiempo se alarga.

Pero ese día tan esperado siempre llega. De repente te citas con tu ego para decirle que le dejas, te centras en el único momento que tienes, el Ahora y llega la respuesta. Lo sabes. Algo sucede y lo sabes. El desaliento se marchita y desaparece la prisa para dejar paso a esa fuerza tranquila.

Cuando sabes lo que quieres algo mágico ocurre: el tiempo se estira. Cede. Se alarga. Como una goma elástica. Todo va más lento, y esas cosas que el ego siempre había querido, pierden su importancia. No son más que la distracción para hacer lo que hay que hacer. Algo que importe y te importe. Es acercarte a lo esencial y el tiempo deja de correr. Tú dejas de correr. También tu percepción y el tiempo se convierte en el gran liberador. Cada momento es una oportunidad para disfrutar, ya no es necesario buscar ratos «libres» para hacerlo.

Saber lo que quieres te hace vivir de una forma coherente y la coherencia tiene un efecto revolucionario: tus venticuatro horas del día son completamente diferentes a las venticuatro horas del día del resto del mundo porque la eficacia y la productividad se multiplican. Puedes hacer más cosas y obtener más experiencias en un día vivido de forma coherente que otra persona en toda una vida entera. Sabes lo que quieres y lo haces. Sabes lo que no quieres y no lo haces.

Y no es magia, sólo consciencia.

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