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Estoy a su lado y repaso cuidadosamente la estantería de arriba a abajo. Está llena de libros. Libros de biografías. Historias excepcionales de gente que «cambió el mundo».

Mi abuelo me lo está contando entusiasmado. Me cuenta que vino un vendedor a la puerta de casa y se la ofreció. Me cuenta que nada más verla pensó en mí. En lo que me gusta leer. En mis aspiraciones y en mi manera de ver el mundo.

Me acerco mucho a él.  Necesito un poco de su entusiasmo y es ahí cuando me doy cuenta de que no conozco  ningún nombre de esos que pone en dorado bonito sobre  la tapa de los libros. Sólo reconozco uno. Siento pena.

Mi abuelo no para de hablar. Ni siquiera me mira. Sólo los mira a ellos y los toca con sus manos. Como si hubiera encontrado un pequeño tesoro para mí.

Me siento confusa. ¿Se supone que debo conocer a esas personas que aparecen en los libros? Tengo catorce años y no admiro a ninguno de ellos. Le admiro a él. Sólo a él.

Desde aquel día, siempre he ido preocupada por la vida pensando que tenía que encontrar algún referente. Admirar a alguien más allá de mi abuelo. Alguien conocido. Con grandes logros, pero por mucho que lo intentaba no lo conseguía. Hasta que la tuve a ella entre mis manos.

Pobre mariposa. La encontré muerta entre las patas de mi gato. Jugando la había matado. Me entraron ganas de decirle…pero Neo (se llama así como el protagonista de Matrix)…¿no ves que tu manera de jugar es algo letal? Pero claro, es un gato y puede que no aprecie tanto la vida. Tiene siete.

La cogí con mucho cuidado y la guardé. Quería hacer algo con ella. Que su muerte no fuera en vano. Pasaron los días y la seguía mirando. Hasta que encontré un marco bonito por casualidad y pensé en que ese podría ser su sitio.  Allí podría lucirse.

Mientras la miraba y la tocaba para adecuarla a su nuevo «espacio» me di cuenta de que tenía delante lo que tanto había buscado. Lo había encontrado. Había encontrado que es lo que más admiro en el mundo. Mi referente: la naturaleza.

Lo tenía delante. Vivía en ella y no lo había integrado todavía.

Sé que mi abuelo estará contento.

Ahora no sólo tengo una mariposa en mi pared, también tengo muchas más en mi estómago.

 

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