
Lo noto al mirarte. Transmites tensión.
Aprieto los labios contra el borde de la taza y huelo a obsesión.
¿Cuánto tiempo puede llevar en tu vida tomar una decisión?
¿Cuánta eternidad necesitas para seguir rumiando la ya tomada?
Devuelvo la taza a la mesa
y durante su diminuto planeo, pienso en lo que me gustaría decirte.
Al diablo con la libertad de elegir, si el gesto te hace esclavo.
Al diablo con acertar o no acertar.
Nuestra libertad yace en una única y profunda elección.
Sólo una.
La sombra del temor sella tu cara.
No entiendes nada.
Te falta información privilegiada.
Y te digo, hay un criterio infalible para decidir.
Uno muy humano.
Entenderse con la verdad que llega de la piel.
La piel de gallina.