Me resulta apasionante el tema de intentar hacer realidad el sueño que cada uno persigue frente a la “seguridad” que la sociedad nos impone.
Seguridad basada en pagar una serie de cosas a final de mes sin las cuales no podemos vivir. Bienes materiales que nos esclavizan como una droga adictiva.
Mucha gente a día de hoy no entiende cómo, por ejemplo, se puede vivir sin coche.
Es posible, os lo aseguro. Todo es una cuestión de prioridades y elegir es, en todos los casos, sinónimo de perder.
La realidad es que yo estuve varios años planteándome el cambio víctima de esa seguridad.
Sobre el papel todo estaba bien pero por “suerte” las cosas se torcieron de tal manera que la asfixia me dió el empujón definitivo. Muchas eran las versiones que había escuchado y leído acerca de cual era la mejor estrategia para dedicarse a la fotografía y la mayoría recomendaban hacerlo desde la puerta de atrás. Es decir, con la seguridad de tener otro trabajo que te pagara las facturas e invirtiendo el tiempo disponible en hacer fotos.
Después de mis seis meses de experiencia no puedo estar más en desacuerdo. He aprendido y avanzado más en este período de tiempo que en los anteriores diez años.
Tirar adelante un proyecto personal, sea cual sea, necesita dedicación, trabajo duro, esfuerzo y pasión a tiempo completo.
A mi éstas me funcionan: