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Explorar el rechazo me está volviendo más ordenada. De mente, digo.

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Dejarle permanecer ahí y no reconocerlo es como tener una casa gigante sólo para ti y empeñarte en vivir en la habitación más pequeña. La más lúgubre. La que construyeron sin ventanas. Un espacio lleno y vacío a la vez. Lleno de miedo y escaso de amor.

Un cuarto que sirve de refugio frente a lo desconocido, el cambio y los sueños propios. Un lugar en el que se esconde debajo de la alfombra el no aceptarse. Una habitación, repleta de obras de arte de artistas como la inseguridad y la inconsciencia. Donde se puede morar toda la vida para en un momento determinado despertarse y  darse cuenta de que no se ha vivido. ¿Cómo hacerlo si el corazón y los ojos estaban cerrados?

Y no se nombra. Y si no se nombra no existe, pero la ignorancia no exime.

Ese cuarto oscuro es algo que somos. Yo lo soy, quizás tú también. El lugar de recreo que no nos hace más dignos ni menos vulnerables. Tampoco sabios. Lo único que hace es dañarnos. Por eso, si quieres, puedes rechazar esto que te digo. Sólo que al hacerlo , lo habrás nombrado y ya no podrás ignorarlo nunca más. El hechizo se habrá esfumado y algo necesitarás hacer. Puedes alejarte, seguro. Puedes dar mil pasos en dirección a la negación, pero seguirás muy cerca. Tan cerca que sentirás que lo has reanimado.

Lo que rechazas te rechaza. Lo que no aceptas de ti te mata.

Sigo explorando.

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