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El momento en el que suceden las cosas lo es todo.

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Allí estábamos. Sentados en aquel banco, incrédulos debajo de aquel precioso árbol milenario que con sus grandes ramas nos protegía del ardiente verano. 

Juntos, inertes e impactados, así estábamos. La mirada fija en el río pero mirando directamente a nuestros pensamientos.

Sin apenas moverme y de forma algo mecánica saqué mis pies de las chanclas blancas de piel y los hundí en la hierba. Necesitaba agarrarme, tomar contacto.

-¿Cómo estás?- le pregunté rompiendo el largo silencio.

-No lo sé.

Y por la forma en la que siguió mirando al río, creo que lo decía muy en serio.

-¿Qué quieres hacer? Está claro que para el entierro no llegamos.

-Impotencia. Eso es lo que siento, impotencia.

Sonaba enfadado. Muy enfadado.

Tragué saliva y contuve las lágrimas. A mí, las coincidencias siempre me habían parecido geniales. Pero no en este caso.

Cuarenta y ocho horas en la tierra soñada y varios whatsapp nos anunciaron lo nunca deseado. «Llámanos en cuanto veas el mensaje. Al papá le ha pasado algo».

-Igual no tenemos que tomar una decisión ahora mismo. Tenemos toda la información de los próximos vuelos. ¿Por qué no hablas con tu madre? Seguro que ella sabrá decirte.

No me contestó de inmediato. Su respuesta se hizo esperar un buen rato.

-De momento continuamos con lo planeado-dijo con actitud firme.

Esta vez no miraba al río.

-Como quieras. Sabes que decidas lo que decidas yo te sigo.

No me importa pensar en un mundo sin mí, pero lo que no puedo soportar es la idea de un mundo sin los que más quiero. No sé cómo explicártelo.

-¿Volvemos a la casa?- me propuso. Llevamos aquí un rato, no sé ni cuánto. Quiero hablar con ellos otra vez. Necesito estar a su lado.

Ahí es cuando el concepto espacio-tiempo se volvió totalmente claro para mi.

Comprendí lo que quería decir así que me levanté del banco y le ofrecí mi mano para levantarse. En ese momento, una brisa caliente hizo mover las hojas del árbol. Sonaban como su risa.

-¿Has visto eso? le dije señalando la placa que había en el respaldo del banco.

Él agitó la cabeza.

Es un mensaje grabado. No lo había visto.

-¿Qué es lo que dice? me preguntó con un interés desganado.

*»If there ever comes a day when we can´t be together, keep me in your heart. I´ll stay there forever»– Winnie the Pooh.

Esta vez no pude contener las lágrimas. Sonaba a despedida.

La vida se acaba.

Como conclusión no estaba nada mal, así que metí los pies en las chanclas blancas de piel y comenzamos a andar hacia nuestra nueva casa. De nuevo paseábamos por el camino del no-saber. Aunque no estoy segura de haberlo abandonado alguna vez, por mucho que, en algún momento, hubiéramos tenido  la osadía de pensar que sí.


* Si llega un día en el que no podamos estar juntos, llévame en tu corazón. Estaré ahí para siempre.

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