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EllenNeils4-copia

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Es tan fácil sustituir la capacidad de desear por la de acobardarse.

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El tiempo hoy era diferente. Siempre lo es. Era un día que parecía que llovía.

Nos habíamos encontrado las dos por necesidad pero me di cuenta cuando nos despedimos. Justo ese día me había despertado bloqueada. El que estuviera algo desanimada en un momento precioso de mi vida no era algo frecuente en mi. Pero lo estaba. Uno puede mudarse de barrio o a la otra punta del mundo pero hay cosas básicas que no se resuelven así como así.

Estoy cansada- me dijo con su inglés perfecto y con ese acento que la hacía tan divertida- He ido a ver a este hombre para tener respuestas y lo único que tengo son más preguntas. 

No dije nada. La miré medio sonriendo mientras sacaba la bolsa de mi espalda y la colocaba a mi lado. Podía entender perfectamente lo que quería decir. Era como saber que la solución está en algún lugar por el que pasas continuamente pero en el que nunca reparas. 

Tengo miedo. ¿Qué se supone que debo hacer? 

¿Tú qué quieres? Le digo.

No sé lo que quiero. Bueno sí, descansar. 

Pues hazlo, le pido en mi inglés con acento macarrónico. Ella me sonríe como diciendo, claro, obvio pero…¿cómo paro? Puedo escuchar perfectamente lo que está pensando pero ella no lo sabe. 

La verdad es que admiro mucho a la verdad porque cuando te llega es brutal. Lo remueve todo y por mucho que quieras no puedes escapar de ella. Genera inquietud y alivio al mismo tiempo. Parece que has dado con la respuesta pero en realidad lo que trae consigo es más preguntas. A ella le había llegado en ese preciso momento y no parecía que se la quisiera sacar de encima. Más bien parecía que la conocía de siempre. 

Estoy en un momento en el que ya he estado otras veces -siguió diciendo tratando de entenderse o que la entendiera yo, no lo sé muy bien- lo reconozco y es un momento que se repite una y otra vez. Es como si quisiera algo pero no sé qué quiero. Es como si hubiera perdido la capacidad de soñar, de pedir, de imaginar. No quiero estar como estoy pero tampoco puedo imaginarme de otra manera.

Bueno, hagamos algo- le pido mientras me apoyo en la mesa y me inclino un poco más hacia ella.-Dime algo que quieras ahora mismo. No importa lo que sea sólo di algo. No juzguemos.

Vale. Déjame pensar- sus ojos se ponen a mirar hacia arriba como haciendo un esfuerzo por elegir algo pero me contesta rapidísimo.- Ya lo sé. Quiero un coche para que vayamos a la playa. 

¿Qué coche?

No lo sé- contesta tapándose la cara con las manos.

Vamos a ver- ahora me inclino hacia atrás como decepcionada pero agarro aire e incorporándome de nuevo hacia ella le digo-  si quieres un coche de verdad, de todo corazón has de saber qué coche quieres. La invado a preguntas ¿De qué color es? ¿Cuántas puertas tiene? ¿Caben las tablas de surf? ¿A qué huele? ¿Quién te lo va a regalar? 

Ella se ríe. Nunca se había hecho ese tipo de preguntas y mucho menos la del regalo. Nos ponemos a jugar y de repente, estamos las dos en un jeep amarillo super alto donde podemos ver la vida desde arriba y que huele a mar. Un todoterreno último modelo en el que caben las tablas, 100 % ecológico y que apenas hace ruido al arrancar. De hecho, ya estamos llegando a la playa no sin antes habernos despedido del señor australiano con gorro a lo cocodrilo Dundee que nos lo acaba de regalar.

¿Vero?-me dice. Seguimos sentadas en la misma mesa- Sólo deseo una cosa. 

-¿Qué?

Su respuesta es bonita.

– Saber desear.

 

 

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