«De fachadas y reflejos» -Tavira-
Ha pasado otra vez. Me he vuelto a equivocar.
Me he equivocado tantas veces en esta vida que es más un estado natural que un estado a evitar. De hecho, cuando aceptas que te estás equivocando constantemente, el miedo a fallar se desdibuja. Desaparece elegantemente.
La equivocación que considero más grande y que tú ya conoces fue cuando creí firmemente que quería ser directiva y me pasé diez años de mi vida (o no sé cuantos, ni recuerdo) interpretando un papel que yo intuía que no era el mío. Todo por no pararme y darme la oportunidad de escucharme. O cuando creí que lo que más quería en este mundo era ser coach y a la semana de empezar el primer módulo formativo del mismo, me di cuenta gracias a un ejercicio, que mi objetivo era tener una vida plena y el coaching era un medio más no el fin. Tal revelación hizo desaparecer toda presión. De una manera mágica.
Esta vez todo ha sido distinto. Me he equivocado y me he dado cuenta más rápido de lo habitual. Señal de que voy aprendiendo. Me he permitido averiguar y la conclusión fue contundente: lo que creía que quería no era real. De nuevo, era sólo el medio para llegar al lugar que quería llegar. ¡Me había vuelto a confundir mirando al exterior para hacerlo corresponder con lo que sentía en mi interior!. ¡Gran error!.
-La parte más difícil de reconocer que te has equivocado es desapegarse. Liberarse.-
Desprenderse de todas esas ideas que tan aferradas estaban en tu mente y que durante un tiempo creíste como la única verdad. Cuando eso ocurre y durante unos segundos entras en pánico. ¿Y ahora qué?- te preguntas. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Si escuchas, la respuesta llega de inmediato y con ella mucha paz.
La verdad es que estoy agradecida de haberme equivocado una vez más. Ahora sé que nada está escondido cuando estás dispuesto a averiguar.