Era una Orbea de color pistacho. Justo a mi medida.
En realidad era muy joven. Ni siquiera tenía un año.
Aquella noche cuando regresé a casa y entré en el garaje ya no estaba. En su lugar sólo quedaba…¡su hueco!
Me puse a merodear alrededor buscándola, consciente de que había desaparecido pero con la sensació de que no pasaba nada, que probablemente la encontraría.
Ni rastro. Definitivamente alguien se la había llevado.
¿Y ahora? En un segundo vinieron a mi cabeza los procedimientos a seguir en un caso como éste. Así pues, me dirigí hacia la comisaria. «Vengo a denunciar el robo de una bicicleta»-les dije.
Al día siguiente y aún abrumada por lo que había pasado, escribí en mi muro de Facebook:
«¿Sabes qué? Me han robado la bicicleta. Igual quien la ha robado la necesitaba más que yo». Estaba triste, la verdad.
Fueron muchos los mensajes que llegaron de indignación y de apoyo.
Todos llegaron a mi corazón, pero hubo uno que lo hizo de una forma más directa. Llegó a mi corazón y a mi mail.
Era de una de las alumnas de la primera edición del curso online «Cómo hacer lo que ames». No la reconocí en un primer momento. Sólo habíamos cruzado un par de mails durante el curso.
El mensaje decía así:
«Lamento mucho lo de la bici Veronica!.
El sentimiento final es ese, Q TRISTE!!
Se q está perfecta de todo… sería sacudirle el polvo e hinchar las ruedas…
Evidentemente le llamé. No para usar su bici, sino para darle las gracias por aquel mensaje.
Cosas que he aprendido con el robo de la bici
1. Con ella me movía más rápidamente, pero con las redes sociales, la velocidad para moverme y recibir ayuda es mucho mayor.
2. Mi bicicleta era muy bonita, pero a través de las redes sociales, los vínculos que puedes establecer con las personas es francamente bello aún sin conocerlas.
3. Que podemos cambiar la frase «Cada día me siento menos sol@» por un «Cada día me siento mejor acompañad@» (via Marián)
4. Estamos hiperconectados y eso me gusta.
De todas formas si alguien reconoce mi Orbea pistacho por ahí, ¡que me lo cuente!